Cada día que pasaba en su cruel vida, estaba con
más ganas de conocer a alguien que le hiciera
olvidar su soledad. Miraba el cielo cada noche para
rescatar la blancura de la rosas de la Luna.
Lucía,
cansada de estar sola, miraba largos ratos por su ventana,
y vio a otra
persona que también observaba la luna.
Lucia bajó por las escaleras
deprisa salió por la puerta ,
pero no había nadie solo un mendigo.
Al verlo sus ilusiones le desaparecieron al momento,
pero cuando el mendigo se marchó se encontró con un niño,
un niño majo, cariñoso y con los mismos problemas que Lucía.
Entonces se llevaron muy bien, pero un día que habían quedado no apareció,
aún así no se quedo sola.
Lucía
tenía cascadas en los ojos,
nadie le aceptaba como amiga.
Decidió
esperar a sus amigas las rosas. Porque como una lluvia de luz,
todas las
rosas blancas de la Luna bajaron para hacerle compañía.
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